viernes, 1 de abril de 2011

Uno no puede asomarse a las páginas de La grieta, de Doris Lessing, a cuerpo descubierto, porque si no corre el riesgo de no entender nada, de perderse en la playa de las féminas protagonistas. Lessing siempre ha rascado mucho de su propia vida para construir otras. No creo que en esta ocasión escape a esa regla tácita. Una mujer que se crió en la actual Zimbabue, cuya madre le echaba la culpa de sus desdichas, que repudió a sus propios hijos para no repetir los mismos errores y que simpatizó con el comunismo, deja traslucir aquí una visión resignada de las relaciones humanas. Pero, ¿de qué va La grieta? Para empezar, habría que explicar que no es una novela, sino una fábula sobre el origen del ser humano, y a partir de ahí quien quiera que se lleve las manos a la cabeza, quien no soporte esa idea que cierre el libro porque a lo largo de la historia leerá cosas absurdas e inverosímiles. Eso sí, Lessing no engaña a nadie. Desde el principio plantea las reglas del juego: los hombres por un lado, las mujeres por otro, águilas amigas, un mundo ordenado, y luego la curiosidad (femenina), encuentros y desencuentros, y una serie de situaciones que dan pie a la creación de patrones de conducta, como si la autora quisiera explicar por qué somos como somos, por qué a los hombres les gusta la aventura y las mujeres prefieren la estabilidad, por qué unos son más despreocupados y otras más quejicosas. El inconveniente es que repite tanto la fórmula que cansa, la acción avanza a base de machacar la ambición masculina y la prudencia femenina, donde ambos sexos salen mal parados -quién recibe más golpes sería un buen debate-, aunque quisiera entender que, a pesar de nuestras diferencias, nos complementamos y necesitamos en un mundo en constante movimiento. La grieta es un libro que te pide esfuerzo y desinterés a partes iguales; estar atento a cómo actuan los personajes por si nos llega un posible eco y no tomarnos demasiado en serio algunos pasajes. Rectifico mi posición inicial: quizá lo mejor sea abrir este libro sin ningún prejuicio, partiendo de cero. A ver qué sale.

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