lunes, 16 de febrero de 2009


Otro suicida ilustre de la literatura japonesa (no es ésta una querencia mía especial por los suicidas...), Yasunari Kawabata, escribió en su novela Lo bello y lo triste...

Aun cuando era la época en que los cerezos están en flor, era muy poca la gente dispuesta a visitar el lugar con lluvia. Ésa era otra de las razones por las cuales Otoko amaba la lluvia. La brumosa lluvia primaveral suavizaba el perfil de la montaña que se levantaba más allá del río y la embellecía más aún. Tan mansa era la lluvia que las dos mujeres apenas si advirtieron que se estaban mojando, mientras caminaban de regreso al coche. Ni siquiera se molestaron en abrir los paraguas. Los delicados hilos de agua caían en el río sin alterar su superficie. Las flores de cerezo se entremezclaban con tiernas hojas verdes y los colores de los árboles florecidos se esfumaban en la lluvia con matices sutiles. (…)

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